

Corina inmigró desde Rumania hacia España en búsqueda de una vida mejor para su familia. El testimonio de su dedicación se puede ver en la vida de sus hijos: Alin y David Popescu. No tuve la oportunidad de conocer Alin, pues cúando estuve en Madrid él vivia en Brasil. Sin embargo, David se volvió como un hermano para mi y es alguien por quien tengo una pronfunda admiración, no sólo por su talento como violinista, sino por el ser humano integro que es. Guardo en la memoria momentos muy preciosos.
El atentado terrorista de 11 de marzo de 2004 le quitó el marido, pero ella hizo de su dolor fuerza para educar sus hijos en la esperanza del retorno de Jesucrito en gloria y majestad.
En tiempos más recientes encontró felicidad en ayudar a niños pobres de la India, a quienes conoció por intermedio del misionero Malcoml Kalanidhi.

Agradezco a Dios por haber conocido a Corina y le pido que conceda a mi y su familia la salvación que hay en Cristo, para que prontos esteamos todos juntos en los cielos.
Ahora estoy muy lejos en Brasil y por ello no podré estar en su funeral, pero dejo aqui registrado un mensaje que está en el Apocalipse 14:13 "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, porque descansan de sus trabajos; pero sus obras con ellos continúan". En esta esperanza voy a concluir diciendo hasta pronto, no adios.